En troncos gruesos huecos, sellados en los extremos con lodo y protegidos dentro de unas chozas cubiertas de guano, es como la cultura maya practicaba la meliponicultura y producía miel muchos años antes de la llegada de los españoles al continente americano. En la época prehispánica era usada como alimento, remedio medicinal e incluso como elemento ritual en honor a Ah Mucen Cab, el dios maya de las abejas.

Desde tiempos inmemoriales
La producción de miel fue documentada no solo por los frailes Diego de Landa y Francisco Javier Clavijero, sino que quedan registros de ella en el Códice Madrid. Todas estas evidencias escritas muestran que, desde tiempos ancestrales, la miel ha sido considerada una sustancia sagrada que debe ser protegida y venerada.

Variedades de miel
Desde entonces, la meliponicultura tiene una fuerte presencia no solo en la península yucateca, sino en el resto del país, ya que existen 320 variedades de miel, cada una con un tono distinto que va del ámbar oscuro al blanco por sus diversos orígenes florales. Es decir que, dependiendo de la flor de la que liban el néctar las abejas, será tanto el color como el sabor de la miel. Las principales flores de las que se produce en México son: la flor de aguacate (llamada el oro negro de las mieles mexicanas), la flor de azahar, la flor de mezquite, la flor de tajonal y multifloral.

Producción mexicana
La producción de miel en este florido país ha evolucionado mucho desde los tiempos de Ah Mucen Cab y su importancia, lejos de menguar, ha incrementado, ya que actualmente 9 de cada 10 importadores de miel a nivel mundial compran la mexicana. Además, de ella dependen cerca de 43 000 productores ubicados a lo largo y ancho de la República. Por todo ello, no podemos más que seguir impulsando este líquido sagrado tan representativo de nuestra cultura, que además nos endulza el desayuno de cada mañana.