Las fogatas son una invitación a transportarse a aquellos tiempos en los que el ser humano convivía solo con la naturaleza: durante el día rodeado de sol y, en la noche, de luna. Y tan profunda ha sido la huella que ha dejado ese fuego nocturno que incluso ahora, siglos después, seguimos saliendo al bosque a cobijarnos bajo las estrellas alrededor del fuego.

Quien haya tenido la fortuna de acampar sabe que se tiene que lidiar con la humedad, el frío, la niebla, dormir en el piso y otra serie de incomodidades a las que la civilización nos ha desacostumbrado. ¿El premio? El cafesito caliente, los bombones quemados, las salchichas ahumadas y demás delicias que saben mejor a la leña. A nadie debe sorprenderle que sea la comida la que nos motiva a soportar toda clase de inclemencias… incluso el trabajar.
Pero dejémonos de ideas tristes y hablemos de gastronomía.
Los bombones
Empecemos por el platillo más clásico: los bombones. Estas explosiones de azúcar pura suelen pasar desapercibidas en la vida cotidiana; es decir, en las piñatas quizá no generen la misma emoción que una picafresa o una paleta payaso; sin embargo, al ser encendidas por el fuego y verlas rodeadas por un halo azul… deslumbran a cualquiera. A eso, hay que sumarle el placer que genera soplarle para luego quitarle la costra carbonizada y quedar con un suave y derretido centro calientito que se adhiere a los dedos, para luego chuparlos sin éxito porque aquello los dejará pegajosos hasta que se laven las manos con jabón: un placer para todos los sentidos.

Las salchichas
Luego siguen las salchichas, esas delicias de origen dudoso, pero delicioso, las cuales si bien son sabrosas crudas, hervidas o fritas, ahumadas son realmente exquisitas. En las fogatas, las cocinamos ensartadas en una rama, quemaditas en el fuego. Ya que tienen un color chamuscado, se les agrega el condimento de preferencia: mayonesa, cátsup o mostaza, ¡y se come a mordidas!

El café
Finalmente, no puede faltar (como en ningún momento de la vida) el café. Para su preparación, requerimos un pocillo y una estructura de metal para ponerlo al fuego. Una vez caliente el agua, agregamos café, leche y azúcar para quienes lo prefieran así. Es importante sostener la taza con ambas manos para sobrevivir al frío y tener la experiencia completa.

La próxima vez que nuestro lector asista a una fogata, no debe olvidar que esta y la comida preparada en ella fueron, y siguen siendo, la base de lo que nos une como seres humanos.