Kefir, el champagne de leche

Es recomendable que se lea este artículo sentado, pues lo que viene a continuación es sorprendente. Para hablar del kefir, debemos comenzar hablando de la flora intestinal, esa colonia de millones de bacterias que viven en nuestro intestino, absorben las vitaminas y se encargan de que todo funcione correctamente. ¿Lo habías pensado antes? Dicho de otro modo, tu intestino está vivo. Y así como una buena causa como limpiar los mares o ayudar necesita de más manos y más voluntarios, lo mismo sucede con estas bacterias, y ahí es donde entra nuestra bebida.

Foto: ©Joaquín Corbalán a través de Canva.com

Conocida en Chile como yogurt de pajaritos, es milenaria. Su elaboración es posible gracias a leche, hongos y bacterias. El segundo elemento fascinante entra cuando estos tres elementos fermentan juntos, pues recordemos que durante la fermentación los microorganismos toman la energía que está disponible y la convierten en algo más, y así se obtiene el producto final. Esta bebida nace en la región del Cáucaso y resulta curioso que su nombre proveniente del turco quiere decir “sentirse bien”.

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Así, cuando consumimos kefir, refrescamos y renovamos a esos pequeños seres que se encargan del buen funcionamiento de nuestro intestino. A continuación, te compartimos una receta simple para hacer tu propio kefir. Se puede endulzar al gusto y con el endulzante de tu elección.

Ingredientes

  • 1 l de agua potable
  • 40 g de azúcar
  • 20 g de pasas
  • 60 g de nódulos de kefir
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Revuelve el azúcar en el agua, agrega los nódulos, tapa con un paño y deja fermentar 48 horas. Cuela y guarda la mezcla en el congelador; ábrelo de vez en cuando para que no se acumule mucho gas. Es posible añadir frutas al gusto: cuando cueles, añádelas y deja la preparación 24 horas más con el paño. A sentirse bien y consentir la flora intestinal.

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