Es difícil entender dónde yace la utopía del restaurante si nacimos después de la Revolución Francesa y, puesto que lo más probable es que todos los lectores de este artículo correspondan al período posterior a la misma, hagamos un ejercicio imaginativo: antes, solo la gente poderosa podía darse el lujo de tener a los mejores cocineros, los cuales se dedicaban exclusivamente a cocinar y vivían en el castillo de tal persona poderosa, pues tenía esa posibilidad.

Ofrecer una buena comida a tus amigos poderosos era un aspecto importante. Respecto al resto de la gente, se comía a la suerte de la sazón de quien cocinaba y, si existía algo parecido a un restaurante, eran las postas: establecimientos donde podían comer los viajeros que hacían travesías muy largas, pero una vez más, se encontraban a la suerte de la sazón de la persona que cocinaba.

Como la palabra sugiere, restaurant surge en Francia y proviene de “restaurar”, “alimento constituyente”, lo cual a su vez parece provenir de la frase que tenía un cocinero llamado Boulanger en lo que fue la primera casa de comidas en París: “Venid a mí los que tenéis el estómago vacío que yo os lo restauraré”. La casa de comidas de Boulanger se diferenciaba de las postas y los mesones en que ya contaba con mesas individuales, tenía un menú con diversas opciones, platos y horarios de almuerzo y cena. Un poco más adelante se escribiría sobre los cuatro requisitos de un restaurante: ambiente elegante, servicio amable, cocina superior y bodega selecta.

La utopía está en que el día de hoy las personas puedan sentarse en un lugar a disfrutar de rica comida: gente de todos los estratos y una persona a cargo del restaurante que lo hace porque es su pasión y, además, puede vivir libremente trabajando de ello, sin depender de alguien a quien cocinarle diariamente. Resulta muy interesante que el primer restaurante abriera en Francia justo en años muy cercanos a la Revolución Francesa.
Para complementar este artículo, se recomienda ver la película Delicioso, francesa naturalmente. Así que, la siguiente vez que nos encontremos en un restaurante, sintámonos afortunados y recordemos que no siempre fue así.